Al concluir en 1939 la última guerra civil librada por los españoles, los vencedores organizaron un callejero a mayor gloria de su causa. España se llenó de avenidas del Generalísimo, calles dedicadas a José Antonio Primo de Rivera o a los generales que habían combatido en el bando de los vencedores: Mola, Queipo de Llano, Sanjurjo… También se denominaron calles con los nombres de las potencias totalitarias que habían ayudado a los vencedores, la Alemania de Hitler o la Italia de Mussolini. Hubo calles dedicadas a victorias militares franquistas: Brunete, Belchite o el Ebro —esta última con el añadido de «batalla» para dejar claro que no se trataba del río y sí de la mayor victoria militar de los nacionales—; también a los alféreces provisionales, un invento del bando franquista para improvisar la falta de oficiales mediante una preparación rápida a jóvenes con cierta formación académica.

Hace mucho tiempo, menos que del final de aquella guerra, poco después de la Transición, se produjo una importante renovación del callejero. Desaparecieron los nombres de calles dedicadas a Alemania o Italia. Fueron borrados los de Francisco Franco, de José Antonio Primo de Rivera y de los generales del bando vencedor. Se cometieron algunos errores —no comparables con las que se han producido a cuenta de la llamada memora histórica en numerosas localidades, incluida la capital de España—, al borrarse del nomenclátor urbano nombres que nada tenían que ver con la guerra ganada por los franquistas, pese a que la República controlaba la mayor parte del territorio, las principales zonas industriales y la mayor parte de las ciudades importantes del país, como era el caso de Madrid o Barcelona. Aparecieron entonces calles y avenidas dedicadas a algunos de los intelectuales que hicieron suya la causa republicana o murieron por defender ese ideario, caso de Federico García Lorca, Antonio Machado, Rafael Alberti o Miguel Hernández. En algunos casos se puso a algunas calles el nombre de políticos o militares del bando republicano como es el caso de Dolores Ibarruri, Santiago Carrillo o Francisco Largo Caballero.

En Córdoba estamos viviendo estos días una polémica como consecuencia del informe de la comisión, creada por el gobierno municipal, para revisar los nombres del callejero en aplicación de la memoria histórica. Se señala dicho informe que hay quince nombres en el callejero cordobés que deben ser removidos. Los tres que más ruido están provocando son los de Cañero, Cruz Conde y Conde de Vallellano.

En los tres casos se trata, más allá de planteamientos relacionados con el franquismo, de personas que dejaron huella en la ciudad. Antonio Cañero, famoso rejoneador, cedió gratuitamente los terrenos para la construcción de viviendas sociales promovidas por el obispo fray Albino, dando lugar al barrio que lleva su nombre. Cruz Conde, que vivió la guerra civil refugiado en diferentes embajadas en el Madrid republicano para evitar ser fusilado, como alcalde de Córdoba, impulsó obras importantes para modernizar el aspecto de la ciudad. Fernando Suárez de Tangil, conde de Vallellano impulsó obras muy necesarias para la Córdoba de la época como el abastecimiento de agua o la construcción del puente de San Rafael, siendo ministro de Obras Públicas en los años cincuenta del pasado siglo.

Son muchos los cordobeses que no entienden o que rechazan estas situaciones y se preguntan si su ayuntamiento no tiene mejores cosas que hacer. Como ejecutar el presupuesto de inversiones —a finales del ejercicio se encuentra bajo mínimos— y llevar a cabo algunas obras muy necesarias.

(Publicada en ABC Córdoba el 23 de diciembre de 2017 en esta dirección)

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