No se trata de una prueba de atletismo, de carrera de velocidad. Sino del embrollo en que se ha convertido la decisión del Ayuntamiento de peatonalizar la calle Capitulares, después de su remodelación. El embrollo, después de la magnífica columna de Francisco Javier Poyato, merece alguna pincelada porque viene a poner de manifiesto, una vez más, la falta de criterio de un gobierno municipal que en las puertas del ecuador de su mandato, apenas puede presentar alguna realización que no sea haber culminado lo que les llegaba enjaretado del anterior gobierno, más allá del funcionamiento de los servicios municipales y en algunos casos, como la gestión del Alcázar de los Reyes Cristianos, de forma algo más que deficiente.

En cuestión de meses han sido varios los planes para ordenar el tráfico con el propósito de peatonalizar Capitulares, cuyos viandantes, desde hace algunos días ya no han de abochornarse con el pastizal en que se había convertido una parte importante del templo romano. Es la tercera propuesta. Lo que pone de manifiesto que nada se había previsto cuando, al acometerse las obras, se apostaba por la semipeatonalización con acceso restringido al transporte público y residentes. Capitulares es una vía de pequeño recorrido, pero importante para la organización del tráfico rodado en una zona de gran importancia para la ciudad y al responsable del tráfico en Córdoba se le ocurrió la idea de peatonalizarla por completo. Servía en bandeja la pretensión del comercio de la zona, ya que los comerciantes han comprendido las ventajas que se derivan para sus negocios de unas peatonalizaciones que rechazaban de plano años atrás. Pero era contrario a los intereses de los residentes, los taxistas y el Consejo Ciudadano que veía en la peatonalización un serio problema para organizar el tráfico en el centro de la ciudad, con repercusiones muy graves para la salida hacia la periferia. Las consecuencias de esa falta de proyecto están a la vista. Capitulares sigue cerrada al tráfico desde que comenzaron las obras a comienzos de verano del año pasado. Lo que podía ser una obra que diera lustre al cogobierno se ha convertido en una patata caliente. Ahora se apuesta por permitir el tráfico, aunque sea restringido, en calles que estaban peatonalizadas, como es el caso de María Cristina o por invertir el sentido de la circulación en otras para facilitar salidas hacia la periferia norte de Córdoba. No se sabe qué va a pasar con el tráfico en Capitulares y dos meses después de terminadas las obras sigue cerrada.

No es fácil abordar la cuestión porque han de armonizarse numerosos intereses, a veces contrapuestos entre las demandas ciudadanas y las actividades económicas que se ven afectadas por decisiones de este tipo. Pero eso, en modo alguno, justifica la falta de previsión de que está haciendo gala el gobierno municipal. La búsqueda de consensos siempre es buena, pero es imprescindible tomarlos a tiempo y no con retrasos como el que tenemos por delante. En un plazo de nueve meses se ha barajado la semipeatonalización y la peatonalización total, lo que conlleva modificaciones importantes del tráfico en otras calles. Ahora se anuncia un plan por fases. Lo que faltaba para completar el desaguisado en que se ha convertido una obra que, más allá de opiniones diversas, supone una notable mejora para la calle. Es una consecuencia más de llegar al gobierno de una ciudad sin un proyecto claro.

(Publicada en ABC Córdoba el 22 de marzo de 2017 en esta dirección)

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