En la Grecia antigua, la de Hesíodo, Heródoto o Jenofonte, las artes estaban ligadas a la inspiración de las musas, que eran nueve: Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania. A ellas estaba dedicado el monte Parnaso, donde tenían un templo cercano a la cueva Coricia y a una fuente nombrada Castalia. Esa es la razón por la que a las musas también se las conocía como las corícides o las castálidas. Entre ellas se encontraba Clío, la musa de la historia, y su función era la de mantener vivo el recuerdo de los acontecimientos que debían permanecer en la memoria de las gentes.

Clío, la musa de la historia, está de luto como consecuencia de una decisión del Ministerio de Educación, cuya titular se llama Pilar Alegría Continente. Esta ministra suele desaparecer, por la vía de no acudir a los actos que tiene programados en su agenda, cuando no quiere dar respuesta a cuestiones que afectan a su ministerio, como cuando los tribunales señalan como obligatorio, con la ley en la mano, que en Cataluña el 25 por ciento de las clases han de darse en español o cuando una familia, en una decisión que tiene mucho de heroica, exige que se cumpla esa norma en el colegio donde asiste su hijo y los tribunales le dan la razón. Ese ministerio quiere que toda nuestra historia se limite a una brevísima relación en lo que se refiere a lo acontecido antes de que en nuestro país hubiera una constitución; es decir antes del año 1812.

Esa barbaridad -corto me quedo a la hora de calificarla así- significa relegar a poco menos que al rincón del olvido a la Hispania romana, una de las provincias más importantes que configuraron aquel imperio. Lugar donde se resolvieron algunas cuestiones decisivas. Fue de Hispania de donde partió Aníbal cuando cruzó los Alpes y estuvo a punto de cambiar el curso de la historia, tras la batalla de Cannas. En aquella Hispania, en Munda, se enfrentaron cesarianos y pompeyanos por el control del imperio. Es la Hispania de Séneca o de Trajano, de Marcial o de la ‘gens’ de Marco Aurelio. Esa decisión supone no tener en cuenta qué supuso la monarquía de los visigodos o figuras como la de Isidoro de Sevilla, autor de ‘Etimologías’, la gran enciclopedia que contenía todo el saber de su tiempo. Significa pasar por encima de lo que fue Al-Andalus en nuestra historia o de que la Córdoba califal, en el siglo X, era, con mucha diferencia, la ciudad más importante de Occidente y desconocer quiénes fueron Abderramán III o Alhaken II o qué aportaron a la cultura personajes como Maimónides o Averroes. Nuestros escolares se preguntarán y no tendrán respuesta de la causa por la que en Córdoba hay una grandiosa mezquita musulmana y que, en tiempo de Fernando III, que tampoco tendrán idea de quién era, pasó a ser catedral cristiana. Tampoco tendrán respuesta de por qué, a pocos kilómetros, se levantó una ciudad palatina llamada Medina Azahara porque no les habrán explicado que en Córdoba hubo un califato. Tendrán dificultades para entender por qué en Granada está esa maravilla que es la Alhambra y quiénes fueron los nazaríes, y no tendrán idea de quiénes están enterrados en los túmulos de la Capilla Real de aquella ciudad.

Será, con tan descabellado propósito, desconocer qué pasó en las Navas de Tolosa, en 1212, donde la cristiandad hispana se jugaba el ser o no ser frente a los almohades, llegados del norte de África. También pasar de puntillas por el reinado de los Reyes Católicos, lo que es tanto como arrinconar a Colón y saber de la importancia, no sólo para España sino para Europa, que tuvo el descubrimiento de lo que hoy conocemos como América. Conducirá a los escolares a poco menos que ignorar quiénes fueron monarcas como Carlos I o Felipe II y no saber que Juan Sebastián Elcano fue el primero que dio la vuelta al mundo o quiénes eran Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Cabeza de Vaca o Hernando de Soto.

Esos alumnos carecerán de una explicación sobre por qué hoy más de quinientos millones de personas hablan nuestra lengua o por qué las universidades más antiguas de América fueron fundadas por los españoles y por qué hay numerosos edificios de la época colonial que son patrimonio de la humanidad, cosa que no ocurre en la parte de aquel continente colonizada por los británicos. Así mismo, ser conscientes de que fue con el oro y la plata traídos de allí como se financió le hegemonía de España durante siglo y medio. Poco sabrán de la presencia de El Greco en Toledo, o de por qué tallaron tantas imágenes Martínez Montañés en Sevilla o Gregorio Fernández en Valladolid.

No encontrarán explicación, cuando vean el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, a por qué está dedicado a ese santo, ni sabrán que el día de su onomástica, en 1558, se libró la batalla de San Quintín, en la que los tercios de infantería española vencieron a los franceses a las puertas de París. Tampoco sabrán qué eran esos tercios de infantería y se preguntarán, ante un cuadro de Velázquez, si es que tienen interés en visitar el Museo del Prado, qué hacían los tercios rindiendo Breda en el siglo XVII. Algunos se preguntarán qué hace en el Museo Marítimo de Barcelona la reproducción de la galera real de don Juan de Austria porque no sabrán quién era ni qué fue la batalla de Lepanto.

No tendrán explicación para saber por qué los catalanes celebran el 11 de septiembre como día de su comunidad, porque ignorarán que ese día entraban en Barcelona las tropas de Felipe V, siendo el último episodio de la Guerra de Sucesión, que entronizó a la dinastía borbónica en España, al morir el último de los Austrias sin descendencia. Ni sabrán cuál es la causa de que en Castilla y León se celebre el día de esa comunidad el 23 de abril porque, con esa decisión, no habrán podido explicarles qué fue el levantamiento de las Comunidades ni qué fueron los comuneros. Ni sabrán quién fue Blas de Lezo, quien, defendiendo Cartagena de Indias, infligió a los ingleses la mayor derrota naval de su historia o el papel que Bernardo de Gálvez desempeñó en la independencia de Estados Unidos para que haya sido uno de los pocos personajes -son apenas media docena- declarados ciudadanos de honor de ese país.

Clío está de luto porque nuestros escolares tendrán muchas dificultades con una iniciativa como la del ministerio que preside Pilar Alegría Continente para comprender por qué se levantaron y se encuentran en su emplazamiento obras como la Mezquita de Córdoba, la Alhambra de Granada o el monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Por qué El Greco pintó cuadros como el ‘Entierro del Conde de Orgaz’ o Velázquez, ‘La rendición de Breda’. Sabrán muy poco de quiénes, en el pasado, tejieron gran parte de lo que hoy somos. Sabrán poco o sencillamente ignorarán que en esta tierra hubo artistas, gobernantes o héroes, algunos de ellos considerados hoy políticamente incorrectos, además de campesinos, artesanos, clérigos, mendigos, pícaros que vivían según las condiciones de cada época, porque, con esa decisión ministerial, van a quedar en un borroso recuerdo en la memoria colectiva de su propio país. No deja de llamar la atención que un Gobierno que tanto defiende la llamada memoria histórica, más reciente llamada memoria democrática, y no ceja en su empeño de mantener vivo nuestro pasado más cercano, esté dispuesto a borrar la memoria de lo que a lo largo de muchos siglos ha contribuido a configurar lo que llamamos España.

(Publicada en LA TERCERA de ABC Córdoba el 30 de diciembre de 2021 en esta dirección)

One Response to Clío está de luto | JoséCalvoPoyato
  1. Genial D. Jose, como cordobés y casi vecino -de Priego de Córdoba- le felicitó por su saber de la historia y la clara exposición de la misma con la que me ha deleitado.
    Saludos cordiales


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