Hace unos meses, a finales de 2021, escribíamos aquí - ‘Luto por la historia’- la amenaza que se cernía sobre la enseñanza de la Historia con lo que proyectaba el Ministerio de Educación según se deducía del nuevo diseño curricular para bachillerato, basado en los planteamientos de la ley de educación aprobaba por la ministra Celaá, quien desde enero ejerce de embajadora ante la Santa Sede.

Señalábamos entonces el riesgo que suponía para su conocimiento que los futuros bachilleres -a partir de ahora podrán serlo con algún suspenso- ignorar lo ocurrido en nuestro país antes de que las Cortes de Cádiz redactasen la Constitución de 1812. Aquella amenaza de hace unos meses se está haciendo realidad con el diseño curricular de la asignatura Historia de España que se impartirá en segundo de bachillerato.

No hay en él la menor mención a momentos de nuestro pasado, sin cuyo conocimiento es imposible poder entender hechos posteriores.

¿Cómo pretenden que pueda entenderse la existencia de los países de Hispanoamérica, a partir de su independencia de España, si no se explica que en otro momento los españoles llegaron a aquellos territorios en los siglos XVI y XVII? ¿Cómo se puede entender lo que significó la mismísima Constitución de Cádiz si no se ha explicado qué fue el Antiguo Régimen en el que los poderes del Estado, que ahora se separan, estuvieron prácticamente acaparados por los monarcas de la época del absolutismo o que ese poder de la corona derivó de su enfrentamiento victorioso con una nobleza que hacía gala de un poder que estaba entroncado al feudalismo imperante en la Europa medieval cristiana? ¿Cómo van los alumnos a comprender numerosas realidades de nuestro siglo XIX sin saber cómo se forjaron esos reinos que, en los siglos anteriores, acabaron configurando España?

Por si semejante barbaridad no fuera suficiente, hay en los planteamientos educativos de ese diseño curricular, un desprecio total por la cronología. Como si el paso del tiempo no fuera importante en el devenir histórico. Sin cronología se pierde la perspectiva de los acontecimientos y no pueden situarse las causas que los provocaron ni establecer las consecuencias que se derivaron. Un autentico dislate porque los hechos históricos cobran su verdadera dimensión cuando se establece la cadena correspondiente de sucesos.

Con la excusa de una modernidad encaminada a conseguir lo que en las modernas tendencias se llaman competencias educativas y que difícilmente podrán conseguirse con diseños como el que ofrece el proyecto presentado en el Congreso, lo que se encuentra es mucho de adoctrinamiento.

Si el conocimiento de la Historia permite explicarnos el presente y poder discernir algunos aspectos de la realidad que nos rodea, caminamos con estos planteamientos hacia el desconocimiento y la dificultad para comprender por qué la sociedad en que vivimos ha adoptado determinadas formas diferentes a las de otras partes del planeta y nos encontramos inmersos en realidades específicas.

Sin la menor duda, será una sociedad más manejable, más dócil y con un menor espíritu crítico. Pese a que la historia nos enseña que sociedades ilustradas y con elevados niveles de conocimiento se dejaron engañar por vendedores de quincalla que en el pasado produjeron hecatombes -sigue ocurriendo hoy-, resulta, sin duda, más complicado hacerlo con sociedades conocedoras de su pasado.

(Publicada en ABC Córdoba el viernes 8 de abril de 2022 en esta dirección)

One Response to El entierro de la historia | JoséCalvoPoyato
  1. Totalmente de acuerdo , tristeza por las gerenaciones futuras


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