Antes de la Logse los alumnos de enseñanza primaria aprendían que los íberos era uno de los pueblos que habitaban la Península que, al estar poblada en gran parte de su territorio por ellos, recibía el nombre de Ibérica. Las tribus que integraban este pueblo eran diversas y recibían nombres concretos, como el de los ilergetes, que dieron nombre a Lérida, los jacetanos que se asentaban en la actual provincia de Huesca y tenían su capital en Jaca, los sedetanos ocupaban la zona central del valle del Ebro… En lo que hoy es Andalucía se tiene noticia de los íberos, tras la desaparición de la civilización tartésica. Suelen agruparse en cuatro grandes tribus: oretanos, turdetanos, bastetanos y mastienos. Los oretanos  ocuparían el borde norte, tierras accidentadas por Sierra Morena, los turdetanos se extendían por amplias comarcas  del valle del Guadalquivir, los bastetanos habitaban en la parte oriental, lo que hoy serían las provincias de Jaén, gran parte de Granada y norte de Málaga, y los mastienos habitarían, por lo que a tierras andaluzas se refiere, la franja costera mediterránea.

La civilización íbera, cuya escritura no ha sido aún descifrada, esconde muchos secretos para nosotros, pero también es mucho lo que sabemos de ellos y no sólo a través de lo que nos cuentan los historiadores romanos, también lo que nos ha ido mostrando la arqueología. Suponen uno de los estratos culturales más importantes de gran España y, desde luego, de Andalucía. En Jaén se ha construido, con cinco años de retraso –algo que entra dentro de los parámetros normales de la Junta de Andalucía- un espléndido edificio, cuyo destino es albergar un museo íbero que sería el más importante de España, que es lo mismo que decir más importante del mundo. Pero los enfrentamientos entre administraciones, unas gobernadas por el PP  y otras por el PSOE, están planteando serios problemas derivados de la titularidad del suelo sobre el que se ha construido el edificio y que es propiedad del Ayuntamiento jiennense, tras una cesión del Estado en la que se señalaba que en modo alguno el municipio podía ceder su propiedad y, si tal cosa sucediera, revertiría al Estado. La Junta de Andalucía, administración que ha construido el edificio, quiere la cesión del terreno para inscribir en museo entre sus bienes, a lo que el ayuntamiento se niega. La situación, que enfrenta a las administraciones estatal, autonómica y municipal, es jurídicamente complicada y, desde luego, debía haberse resuelto con anterioridad para no llegar a la lamentable situación actual -el aludido retraso de cinco años ha posibilitado tiempo más que suficiente para enderezar el entuerto, aunque el conflicto jurídico tiene mucho de enfrentamiento político- que deja en el aire su fecha de apertura, prevista para el último trimestre de 2017. La realidad es que no sabemos cuándo se producirá su apertura -un castizo diría que cuando las ranas críen pelos-. Mientras se discute la titularidad, varios miles de piezas, muchas de ellas de los importantes yacimientos íberos existentes en suelo andaluz y que nos sitúan ante aspectos relevantes de la historia de estos antepasados y nos llevan a conocer el mundo de los íberos, permanecen guardadas en cajones.

Teniendo en cuenta, lo que suponen los encontronazos partidarios, todo apunta a que las posibilidades de que el público pueda disfrutar en un plazo razonable, después de tantos retrasos, de ese mundo íbero “encajonado” no pinta nada bien, al menos por el momento.

(Publicada en ABC Córdoba el 15 de julio de 2017 en esta dirección)

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