Las elecciones celebradas en Cataluña el pasado día 21 nos permiten sacar algunas conclusiones interesantes, más allá de situaciones que nos parecen delirantes, ya que delirante es que un número importante de diputados electos del parlamento de Cataluña se encuentren en la cárcel o fugados de la justicia. Son, por ejemplo, los casos Puigdemont y Junqueras, todavía presuntos delincuentes porque no han sido sentenciados, pero que están donde están porque han delinquido. Han delinquido por mucho que sus correligionarios se refieran a ellos como exiliado el uno y preso político el otro.

Lo que nos revelan esos resultados electorales es que los independentistas de Juntos por Cataluña, de Esquerra Republicana y de las CUP tienen mayoría de escaños en el parlamento, pero no tienen mayoría social porque han perdido en las cifras globales de voto en Cataluña. Hay casi cuatro puntos de diferencia a favor de los partidos que no apuestan por la independencia. Eso es algo que no debe perderse de vista porque el relato independentista repetirá una y otra vez, tratando de convertirlo en una verdad incuestionable, que Cataluña ha votado por la independencia. No es cierto, la asignación de escaños no responde a la realidad demográfica catalana.

Sentada esa cuestión, sumamente importante, los resultados indican que ni el PP, literalmente laminado de la institución parlamentaria, ni el PSOE, con un pésimo resultado -el segundo peor de su historia electoral en el Principado- han sido capaces de canalizar el voto de los catalanes que apuestan por seguir formando parte de España. No han conseguido ese voto porque han sido poco resolutivos. Los titubeos de Rajoy por su talante poco resolutivo y posiblemente por falta de apoyos, para intervenir en Cataluña y aplicar la Constitución han sido un lastre electoral para el PP. Otro tanto le ha ocurrido al PSOE de Sánchez que, sólo tardíamente y con muchos titubeos, apoyó la aplicación del artículo 155 a quienes habían actuado como sediciosos. Súmense a ello las “genialidades electorales” de Iceta, proponiendo perdonar de la deuda de la Generalitat o una amnistía para unos delincuentes, aunque todavía presuntos. La otra cara de la moneda la ofrece Ciudadanos cuyo éxito ha sido extraordinario. No sólo ha obtenido el mayor número de escaños, pese a perjudicarle su distribución territorial, sino que ha ganado con mucho margen en número de votos. Ciudadanos no ha vacilado en ningún momento. Siempre se ha mostrado dispuesto a aplicar la ley en Cataluña y a hacer cumplir la Constitución. Esa resolución les ha llevado a hacerse con la primacía electoral catalana con una clara incidencia en áreas de voto que habían sido tradicionalmente proclives a socialistas o  populares.

Es importante el batacazo electoral de los antisistema de las CUP que han perdido el sesenta por ciento de sus apoyos en las urnas. Es el resultado de sus pactos con la derecha catalana. Eso y  otra cosa son CIU y sus herederos actuales. También En Común Podemos ha sufrido una pérdida de apoyo electoral, cercano al treinta por ciento. Ada Colau ha estado de perfil, afirmando una cosa y la contraria. Añádase que ha contado con la ayuda de Pablo Iglesias cuyos planteamientos políticos causan pavor en buena parte de sus filas.

Lo que nos han dicho las elecciones en Cataluña ha sido que el apoyo está en los mensajes claros, bien para quienes defienden el independentismo, bien para quienes apuestan por mantener la unidad de España. Los políticos deberán sacar conclusiones.

(Publicada en ABC Córdoba el 27 de diciembre de 2017 en esta dirección)

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