Hay que estar muy pagado de sí mismo o ser muy engreído para afirmar que se pasará a la historia como, hace algunas fechas, hizo Pedro Sánchez. Es sólo una muestra más del desmesurado ego que tiene porque no son muchos quienes pasan a la historia y porque la memoria colectiva es muy frágil.

A la historia se ha pasado por diferentes causas y no siempre por acciones dignas de alabanza. Lo han hecho quienes han protagonizado hazañas como las de Aníbal Barca, que cruzó los Alpes con sus elefantes —hay que tener mucho cuajo para hacer una cosa como esa— y, tras las victorias de Trebia, Tesino, Trasimeno y, sobre todo, Cannas puso en jaque a Roma.

También Atila, considerado el «azote de Dios», que arrasaba todo lo que encontraba a su paso hasta que una alianza de romanos y otros pueblos lograron derrotarlo en la batalla de los Campos Cataláunicos, es otro personaje que ha pasado a los manuales de historia. También han pasado Adolf Hitler y Iósif Stalin, dos de los mayores criminales del siglo pasado.

Por lo que se refiere a nuestro pasado nacional, Abderrahmán III está en los libros de historia por haber proclamado el califato de Córdoba y si quieren por haber construido una ciudad palatina como fue Medina Azahara. Su hijo, Alhakén II llevó Córdoba a su punto álgido y nos dejó esa maravilla que es la parte más rica de la entonces mezquita musulmana y desde hace casi ochocientos años catedral cristiana.

Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, más conocidos como los Reyes Católicos, están en nuestra historia, entre otras cosas, por protagonizar la unidad dinástica de España. Carlos I, su nieto, por ser el monarca más poderoso de su tiempo y convertirse, además de en heredero de la monarquía hispánica, en titular del SacroImperio Romano Germánico —por eso se le conoce también como Carlos V—, aunque esto le causó más problemas que otra cosa y, por eso, en su testamento, no lo asignó a su heredero, Felipe II, y se lo entregó a su hermano, Fernando. Felipe II, a quien la propaganda luterana y calvinista ha presentado como un personaje maligno —lo llamaban demonio negro del Mediterráneo—, pudo decir, tras la incorporación de Portugal a la monarquía hispánica que en sus dominios no se ponía el sol. Además, construyó el monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Estos personajes de nuestra historia caerán en el olvido porque la disciplina que se encarga de su estudio ha sido restringida poco menos que a los acontecimientos ocurridos a partir de comienzos del siglo XIX.

Tal vez por ese procedimiento, eliminar posibles competidores, Sánchez se considere con méritos suficientes para entrar en la historia. Lo más llamativo de su egolatría es que afirma que lo hará por haber sacado de un monumento importante a Franco, bajo cuya dictadura España, tras años de hambre y penuria derivados de una infausta guerra civil, configuró una amplia clase media de la que el país había carecido históricamente y llegó a estar entre las diez primeras potencias económicas del mundo. Por cierto, el importante monumento al que aludía Sánchez era el Valle de los Caídos, ordenado construir por el dictador al que desenterraba.

(Publicada en ABC Córdoba el viernes 9 de diciembre de 2023 en esta dirección)

 

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