Todavía no se sabe si la autoría del fuego que ha calcinado buena parte de Sierra Bermeja se debe a la acción de uno o varios pirómanos -no debemos descartar, para no enfadar a Irene Montero, que sean pirómanas-, aunque todo apunta a que se trata de más de uno porque el fuego, según ciertos indicios, se inició al menos en dos lugares de forma casi simultánea. Si bien, la proximidad entre ambos puntos no descarta que quien prendiese la mecha fuera una sola persona. Lo que parece ser evidente es que el fuego fue intencionado.

La catástrofe tiene tintes apocalípticos y la cosa no pasó a ser de mayor gravedad porque la lluvia, tan anhelada en estos parajes, acudió en ayuda de los esforzados cuerpos de bomberos, agentes del Infoca o integrantes de la Unidad Militar de Emergencias, amén de los servicios aéreos que luchaban, denodadamente, desde hacía seis días, por contener un incendio que había sido calificado como de sexta generación. Una clase de incendios pavorosos que resultan, dadas las condiciones medioambientales, orográficas y meteorológicas muy difíciles de extinguir. En otras partes del planeta -California, Australia o Siberia- permanecen activos durante meses, provocando enormes desastres.

Algunos indicadores señalan, más allá de montoncitos de hojarasca, una piña o restos de líquido inflamable que los autores de esta maldad conocían que la meteorología -ausencia de lluvias, existencia de fuertes vientos y complicada orografía- podía convertir el incendio en una catástrofe que no sólo ha arrasado cerca de diez mil hectáreas, ha matado miles de animales, tanto domésticos como de los que formaban parte de la fauna de aquella serranía, ha tenido en jaque a varios miles de personas que tuvieron que ser evacuadas a toda prisa por el riesgo que había de que se incendiaran algunas localidades de la zona, sino lo que es más grave: se ha cobrado la vida de un bombero. Ignoro si quienes lo han provocado habían previsto estas consecuencias, que han sido las inmediatas porque a largo plazo habrá semanas con problemas en el suministro de agua. Las lluvias, cuando lleguen, arrastrarán cenizas y la contaminación puede llegar al mar y el paisaje de que disfrutaban los vecinos se ha perdido para muchos años. Algunos, los de más edad, eran conscientes de que no volverían a verlo regenerado.

Hago votos porque el Seprona y quienes están a cargo de la investigación sobre la causa y autoría del incendio culminen su trabajo encontrando a quien/quienes han perpetrado esta canallada; hago votos porque reciban el mayor de los castigos posibles, según el ordenamiento legal. También hago votos porque el gobierno de Sánchez, como hizo con incendios como el del Alcaracejos hace algunas semanas, no busque resquicios para escurrir el hombro y ayude a tanto damnificado como han dejado quienes prendieron la llama.

(Publicada en ABC Córdoba el 18 de septiembre de 2021 en esta dirección)

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