La memoria es muy frágil, incluso es engañosa. A veces, rememoramos recuerdos antiguos, de cuando el disco duro de nuestra mente acumulaba sin problema nueva información, que tienen diferencias sustanciales con lo acaecido realmente. Se trata de deformaciones y matices que deforman en parte la realidad. Esa fragilidad de la memoria cuando está referida a momentos cercanos es cuando, más que de fragilidad cabe hablar de engaño. Hace poco tiempo, no más de cuatro años, Pedro Sánchez, actual presidente del gobierno en funciones, reiteraba su negativa a desbloquear una investidura de Mariano Rajoy como presidente de gobierno. Afirmaba entonces que tendría que buscar los apoyos entre sus afines ideológicos y le repetía que “no es no”. Con una importante dosis de maldad política, le preguntaba ¿qué parte del no es la que no entiende, señor Rajoy?

El Partido Popular había obtenido en aquellas elecciones, las de 2015, ciento veintitrés diputados. Curiosamente, los mismos que ha obtenido el PSOE en las elecciones celebradas el pasado mes de abril. No fue posible configurar gobierno y los españoles nos vimos abocados a unas nuevas elecciones generales, que dieron como resultado un repunte en los votos del Partido Popular que llegaba a los ciento treinta y siete escaños, mientras el PSOE de Sánchez obtenía los perores desde las elecciones de 1977, al quedarse en ochenta y cinco diputados. Con mucha dificultad -Sánchez seguía en el “no es no” hasta que fue defenestrado de la secretaría general de su partido- Rajoy logró la investidura y comenzaba una legislatura complicada, con un gobierno en franca minoría y que acabaría con una moción de censura ganada por Sánchez, que había recuperado el poder en el PSOE, con el apoyo de los proetarras de Bildu y los independentistas catalanes. Afirmó en el debate de aquella moción que constituiría un gobierno provisional para convocar inmediatamente elecciones. La fragilidad de memoria le hizo olvidarse de aquella promesa y trató de agotar la legislatura. No le fue posible porque sus compañeros de moción de censura se lo impidieron al no aprobar los presupuestos.

Estos días -superados los que transcurrieron entre las elecciones generales de abril y las municipales, autonómicas y europeas de mayo- Sánchez anda recriminando al Partido Popular y a Ciudadanos su negativa a facilitar su investidura como presidente del gobierno. Se ha olvidado de afinidades ideológicas y reitera, una y otra vez, la necesidad de estabilidad. Habla de sentido de Estado y de gobernabilidad. Señala que no quiere ir de la mano de proetarras -su partido en Navarra los ha abrazado- e independentistas catalanes. Pero ni el Partido Popular ni Ciudadanos se apean de la negativa a facilitar su investidura. Sánchez deja caer, como una amenaza, que es posible que se vea abocado a convocar de nuevo elecciones -visto lo ocurrido con Rajoy en 2015 y 2016 pudiera ser que no le parezca mala idea ni a él ni a los fontaneros de la Moncloa-, al mismo tiempo asusta al propietario del casoplón de Galapagar, que trata de enjugar sus pésimos resultados con una entrada en el gobierno que no están por concederle.

La memoria de Sánchez se revela, una vez más, como particularmente frágil y alguien debería preguntarle, con maldad política, acerca de cuál es la parte del no del Partido Popular o de Ciudadanos, que no entiende el señor Sánchez.

(Publicada en ABC Córdoba el 29 de junio de 2019 en esta dirección)

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