No se las oye. Tampoco se las ve. Me refiero a esas feministas tipo Irene Montero, que lleva desaparecida muchos días, o Rita Maestre, que entraba en la capilla de la Universidad Complutense, hace algunos años para protestar contra una religión que no admite la homosexualidad -si bien algunos de sus representantes la han practicado de forma brutal y solapada- o no entra en sus principios permitir el matrimonio a quienes se ha divorciado. Invadieron de forma soez ese lugar, sagrado para los cristianos, en una actitud y unas maneras que resultaban algo más que provocativas y, desde luego, rechazables para quienes sostienen esas creencias e incluso para quienes no creen en ellas.

Estamos asistiendo estos días a la toma del control de Afganistán por parte de los talibán. En pocos días han llegado a Kabul en medio de la retirada, llevada a cabo de forma desordenada, por los occidentales. La presencia de un contingente de tropas estadounidenses permite todavía controlar el aeropuerto de la capital afgana y, con muchas dificultades, la evacuación de aquellos afortunados, que logran llegar hasta él, antes de que los talibán impongan definitivamente su ley y apliquen la sharía que supone para las mujeres no ya la desigualdad de género, sino que convierten su existencia más que en un drama, en una tragedia. Tendrán que utilizar el burka que cubre su cuerpo de pies a cabeza. Prácticamente, no podrán ejercer actividades fuera de su hogar y serán azotadas si muestran alguna parte de su cuerpo incluso si son niñas; o asisten a algún centro educativo después de los diez años.

No he tenido noticia de que Rita Maestre o alguna de las que asaltaron la capilla de la Complutense hayan ido a una mezquita de las que hay en España a protestar, desprendiéndose de parte de su ropa -tampoco ninguna componente del movimiento Femen-, como protesta contra la aplicación, por parte de los talibán, de unas creencias religiosas que consideran a la mujer propiedad del hombre y limitan su vida a lo que ellos consideran que es lo adecuado, según la sharía. Mujeres que quedan imposibilitadas de cualquier actividad pública y las que le son permitidas tendrán que hacerlas, acompañadas de un varón de su familia.

Lo de estas feministas, que han hecho un daño enorme al feminismo, considerando opresión machista lo que son ciertas desigualdades de género, que se están corrigiendo con bastante rapidez, es pura propaganda. Si tenemos en cuenta que el mundo es hoy una aldea global, lo que está ocurriendo con las mujeres afganas, no es algo lejano. A Irene Montero y a las feministas de pacotilla ni se las ve ni se las oye. Mucho menos se las espera en una mezquita para mostrar su disconformidad como lo hicieron en la capilla de la Universidad Complutense de Madrid.

(Publicada en ABC Córdoba el 27 de agosto de 2021 en esta dirección)

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