El debate de la moción de censura de VOX era, desde el primer momento, una flecha envenenada lanzada contra el PP. Los de Abascal buscaban que Casado y los suyos tuvieran que posicionarse. Es la lucha que, desde hace algunos años, se ha instalado en el seno de la derecha, cuyos líderes buscan convertirse en los referentes de esa opción ideológica. Esa pugna, unida a una notable dosis de engreimiento, fue lo que llevó al ostracismo político a Albert Rivera,quien no supo ver el papel que le correspondía tras las penúltimas elecciones generales, y a Ciudadanos a perder buena parte de sus votantes. Para Rivera era mucho más importante hacerse con el liderazgo de la derecha que haber buscado la gobernabilidad de España y evitado este gobierno Frankestein -Pérez Rubalcaba, dixit-, donde los herederos de los asesinos de ETA, los independentistas catalanes y los comunistas podemitas tienen un peso que nos ha conducido, con la anuencia de Sánchez, a situaciones inauditas y a movernos en realidades impensables hace muy poco tiempo.

La posición del PP en esa moción de censura era harto complicada. No tenía una salida fácil y las dos opciones que se barajaban como probables estaban en el apoyo a VOX o la abstención. Eran muy pocos los que podían aventurar que los diputados populares votasen en contra porque eso significaba alinearse con Sánchez y sus compañeros de viajePor eso el discurso de Casado causó sorpresa y estupor, no sólo entre las filas de VOX -Abascal apenas podía balbucear su malestar con los ataques recibidos, una especie de desahogo a los continuos pellizcos que propinaba a Casado-, sino entre socialistas y podemitas. Lastra e Iglesias se quedaron literalmente sin discurso y sólo pudieron hilvanar algunas generalidades, agarrándose a tópicos. En las filas populares, más allá de la sorpresa, se produjo una reacción de euforia: Casado se alejaba de VOX y buscaba posicionar al PP en el centro. Ese centro por el que todos luchan porque se ha repetido hasta la saciedad que ahí se encuentra la victoria electoral. Pero no se tiene en cuenta que desde hace algún tiempo el centro viene vaciándose y son muchos los españoles que han optado por posiciones más extremas, bien a la derecha, bien a la izquierda y los tiempos que corren, desgraciadamente, no invitan a la moderación.

Esa euforia popular puede resultar excesiva. El PP tiene importantes parcelas de poder -Madrid, Murcia, Castilla y León o Andalucía gracias a VOX, e importantes ayuntamientos como Córdoba-. ¿Qué ocurriría si los de Abascal le retirasen este apoyo imprescindible?

Esa lumbrera que se llama Adriana Lastra ha dicho que lo adecuado sería que el PPrompiera los acuerdos de gobierno con VOX para acabar de posicionarse ideológicamente. Las aguas de la política española bajan revueltas, muy revueltas, y no sólo porque las agite el Covid-19. La agitación viene desde hace algunos años. Veremos en que queda la compleja situación que vivimos y cuáles son a medio plazo los resultados de la moción y la forma que Casado ha tenido de afrontarla.

(Publicada en ABC Córdoba el 31 de octubre de 2020 en esta dirección)

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