Es probable que muchos de ustedes estén preocupados ante el otoño que tenemos en ciernes. También que hayan leído una obra, llena de ingenio y verdaderamente jocosa, del, hoy injustamente olvidado, Enrique Jardiel Poncela, titulada «Pero… ¿Hubo alguna vez once mil vírgenes?». Fue publicada en 1931 en una edición verdaderamente llamativa que presentaba, incluso cambios de tipografía y anotaciones llenas de ingenio en las que Jardiel hacía gala de un chispeante sentido del humor. En el fondo lo que planteaba, envuelto en grandes dosis de socarronería, era un alegato contra los conquistadores profesionales, conocidos como donjuanes. No comprendo cómo el feminismo no rescata la obra y la pone en candelero. Es posible que se deba a que Jardiel era ya en su tiempo lo que hoy se denomina un sujeto políticamente incorrecto y eso no cuadra con ciertos sectores del feminismo militante.

La referencia a la obra de Jardiel me lleva a recordarles la historia de las once mil vírgenes que fue fruto de un error monumental a la hora de leer la inscripción que hay en la lápida de una iglesia de Colonia, puesta bajo la advocación de Santa Úrsula. Según la historia, recogida por Jacobo de la Vorágine en su «Leyenda Dorada», santa Úrsula era hija de uno de los reyezuelos ingleses que en la Britania del siglo V se habían hecho con el control del territorio al descomponerse el imperio romano. La joven, convertida al cristianismo, había hecho voto secreto de castidad, algo que su progenitor ignoraba, cuando la prometió en matrimonio a un príncipe bretón. Para cumplir con su voto pidió una prórroga de tres años para contraer nupcias. En ese tiempo peregrinó a Roma, acompañada por otras once virginales jóvenes y allí las recibió el Papa, que consagró su virginidad. Durante el viaje de regreso de la Ciudad Eterna, a su paso por Colonia, Úrsula y sus acompañantes fueron apresadas por los hunos de Atila y, al defender todas ellas su virginidad, fueron bárbaramente martirizadas. Más tarde unos huesos encontrados en un viejo cementerio próximo a aquella ciudad fueron atribuidos a Úrsula y sus compañeras de martirio, y considerados reliquias.

Un texto redactado en latín muchos años después recogía la historia de Úrsula y un párrafo escrito como «XI m virginum», en lugar de traducirse como «undecim martyres virginum», se hizo como «undecim millia virginum» y las once vírgenes se convirtieron en once mil. En la Edad Media esta historia cobró tal fuerza que la prestigiosa universidad de París, conocida como La Sorbona, la convirtió en su patrona y se erigió en protectora de sus estudiantes. En el museo del Prado hay una tabla de finales del siglo XV, titulada Santa Úrsula y las once mil vírgenes y se atribuye a un denominado «Maestro de las once mil vírgenes».

Torra, el representante del Estado en Cataluña, en su condición de presidente de la Generalitat, anuncia un otoño caliente. Amenaza incluso con abrir las cárceles, si una sentencia judicial, la de los presos independentistas acusados de gravísimos delitos, no cuadra a sus deseos, que me parece una de las cosas más graves que un dirigente político ha dicho, hasta el momento. Con esos planteamientos el otoño ciertamente se anuncia caliente. No sólo por las amenazas de sujetos como Torra, también por muchas cosas más. Pero cabe preguntarse como hacía Jardiel Poncela pero ¿alguna vez no hubo anuncio de un otoño caliente? Suele ocurrir tras el largo y cálido verano.

(Publicada en ABC Córdoba el 26 de septiembre de 2018 en esta dirección)

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