EN el reinado de Fernando VII, durante el Trienio Constitucional, los liberales cantaban a los serviles, que era como los primeros denominaban despectivamente a los partidarios de una monarquía absoluta, canciones donde quedaba recogido el mal trago que había supuesto el tener que aceptar una constitución que consideraban un compendio de males sin mezcla de bien alguno. La más popular de esas canciones era la conocida como «Trágala». En aquellos años (1820-1823) los liberales la cantaban bajo las ventanas de palacio para zaherir al monarca, al no haberle quedado más remedio que aceptar la constitución a la fuerza por mucho que afirmase que él era el primero por marchar por la senda constitucional. El «Trágala» se cantó, con diferentes letras, a lo largo de nuestro agitado siglo XIX. Lo hacían los isabelinos a los carlistas y los más radicales al sector más moderado del liberalismo. Incluso se cantó durante la II República y la Guerra Civil de 1936-1939.

El diccionario de la lengua española se refiere, como acepción coloquial de dicho vocablo, al hecho por el que se obliga a alguien a aceptar o soportar algo a la fuerza.

Todo apunta a que la licencia de obras concedida por la Gerencia Municipal de Urbanismo al Cabildo catedralicio para la apertura de una segunda puerta en la Mezquita-Catedral ha supuesto un verdadero trágala para el edil responsable del ramo, Pedro García. El portavoz de Izquierda-Unida en el Ayuntamiento ha afirmado que la licencia se otorga «porque no hay más remedio». Sus palabras vienen a señalar que el edil García es respetuoso con la normativa legal. El expediente para la concesión de la licencia de obras tenía todos los pronunciamientos favorables y lo procedente era otorgarla. Dicha licencia había tenido que superar numerosas dificultades, todo por una celosía labrada en los años setenta del pasado siglo, sin duda bella, pero sin mayor valor patrimonial por lo que, hace prácticamente dos años, la Comisión Provincial de Patrimonio daba su autorización para que se llevase a cabo la obra. Pero para Pedro García el respeto a la normativa legal ha sido lo que para los liberales del siglo XIX era un «trágala». También lo es para los podemitas cordobeses que votaron en contra de conceder una licencia que contaba con los pronunciamientos favorables de la Consejería de Cultura y de la Unesco. La normativa y la legislación le importaban poco. Estaban por tomar una decisión contraria a la normativa legal, es decir dispuestos a prevaricar como Fernando VII cuando después de marchar el primero por la senda constitucional, se saltó a la torera tres años de legislación mediante un Real Decreto. Fernando VII era un redomado absolutista. A veces los extremos se tocan.

El trágala de García y la actitud podemita revelan, si es que para alguno no estaba claro, lo que realmente había detrás de la apertura de la segunda puerta de la Mezquita-Catedral. Se han utilizado para entorpecerla toda clase subterfugios de tipo administrativo, alguno tan chusco como el dado por Begoña Bernal, la presidenta de Icomos para España. Su actuación fue tan zafia y sectaria que hizo un espantoso ridículo. El culebrón de la segunda puerta ha sido una tormenta en un vaso de agua, cuyo objetivo final no era otro que el de impedir que el recorrido de las cofradías cordobesas pasase por el templo diocesano en su estación de penitencia.

(Publicada en ABC Córdoba el 1 de marzo de 2017 en esta dirección)

Deje un comentario