Días atrás ABC, a través de la magnífica pluma de Luis Miranda, nos dejaba testimonio de la restauración que hay en marcha -esperemos que culmine con éxito porque son muchas las ocasiones en que no se terminan como se han planeado como, por ejemplo, el convento de Regina- de dos baños árabes de la Córdoba musulmana. Nos proporcionaba además referencias históricas como que estuvieron próximos a mezquitas.

A lo largo del tiempo el agua ha tenido usos variados. Destinarla a los baños era uno de los que se daba en la Córdoba musulmana. Señalaba Miranda que los árabes, procedentes de un país desértico, quedarían impresionados por la abundancia que de ella encontraron en Al-Ándalus y, sin duda, conocieron algunas de las termas que los romanos nos dejaron, como las que se encuentran en la localidad sevillana de Herrera, cuya amplitud y riqueza, según señala el valor de sus espléndidos mosaicos -merece algo más que la pena girar una visita a las termas-, nos habla de una importante construcción en aquella zona en tiempo del Bajo Imperio, que es donde cronológicamente la sitúan los arqueólogos.

La incorporación de las tierras del valle del Guadalquivir a la corona de Castilla a mediados del siglo XIII llevó a una modificación de ciertas costumbres y los baños fueron perdiendo importancia. Para los repobladores procedentes de las tierras del norte peninsular no era tan importante el baño y los de la época musulmana fueron decayendo, aunque más lentamente de lo que algunos piensan, hasta desaparecer.

Otro uso, casi inmemorial del agua, fue destinarla a los que, tradicionalmente, se denominaban cultivos de regadío, que eran zonas limitadas y reducidas porque las grandes extensiones estaban ligadas al cultivo del trigo u otros cereales, el olivo o la vid -la trilogía mediterránea-, que eran cultivos de secano.

También desde muy antiguo se usó para el mantenimiento de los jardines -recuérdense los de Babilonia- y florecieron en la España musulmana. Incluso se utilizó para deleitarse brotando de fuentes y fluyendo por canalizaciones proporcionando un agradable rumor.

También se canalizó, desde época muy antigua, para su uso más importante: proporcionársela a los habitantes de las ciudades. Los romanos -otra vez los romanos- dejaron impresionantes acueductos por numerosos lugares de lo que fue su imperio para conducirla y salvar desniveles.

Con el paso del tiempo, ya en las sociedades modernas, su uso fue de suma importancia para la industria y para atender las necesidades de una población creciente con nuevas costumbres higiénicas. También para convertir en zonas de regadío grandes extensiones que, tradicionalmente, fueron tierras de secano. Esas decisiones nos han llevado a uno de los principales problemas a los que ha de hacerse frente en el presente, al transformar en regadío los secanos en unas tierras en que las sequías -que están muy lejos de ser un fenómeno contemporáneo-, históricamente asociadas al clima de estas latitudes, hacen acto de presencia.

No hay agua para regar lo que siempre fueron tierras de secano y hoy son extensos regadíos que necesitan de porcentajes elevadísimos del agua de los embalses, que se encuentran por estas fechas en niveles más que preocupantes. Una consecuencia de haber querido enmendar la plana a la agricultura propia de estas tierras.

(Publicada en ABC Córdoba el viernes 4 de noviembre de 2022 en esta dirección)

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