Una de las numerosas atalayas que pueden encontrarse en el término municipal de Cabra tiene nombre propio: es conocida como el Cerro de la Merced. Se encuentra cerca del puerto del Mojón y a pocos metros de la carretera que hoy se denomina A-339 y que conduce desde Cabra hasta Alcalá la Real. Los restos arqueológicos allí encontrados, muy antiguos, se han venido asociando a una torre de vigilancia que permitía controlar el paso de las tierras de la campiña cordobesa hacia las de lo que hoy conocemos como Subbética. Sin embargo, los hallazgos realizados en el yacimiento, por el equipo de excavación que dirige el catedrático de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, han revelado que no se trataba de una torre cuya función era vigilar la zona, sino algo de mayor entidad.    Se ha descartado la creencia tradicional de su función de vigilancia porque desde aquella eminencia del terreno no se domina gran cosa. Más aún, si la construcción hubiera alcanzado una mayor altura tampoco se tendría una visión del territorio que justificase la existencia de una supuesta torre de vigilancia. No encajaba, ni siquiera el que permitiera verse desde ella otras atalayas con las que compartir, mediante un sistema de señales, algún tipo de información.

Según Quesada y los arqueólogos que han realizado las recientes campañas de excavación, la primitiva construcción, posiblemente un santuario, se ha datado entre los siglos IV y V a. C., tenía notables elementos decorativos de los que quedan algunos vestigios. Por alguna circunstancia dejó de tener esa función religiosa y en el siglo III a. C. se transformó en la residencia de uno de los potentados íberos de la zona.

Las excavaciones han dejado al descubierto una construcción de muros, ciclópeos, que llegan a alcanzar los cuatro metros de grosor y cuyas dimensiones señalan el poder de su propietario. Esa fortaleza fue destruida por los cartagineses de forma que no fuera posible su reconstrucción. Todo apunta a que, pese a la destrucción, sirvió de refugio durante algunos años a gentes de la zona hasta que los romanos pusieron fin a esa situación No debió ser, sin embargo, una destrucción total porque las excavaciones han puesto al descubierto muros de una considerable altura. También ha aparecido diverso material, como fíbulas, fusayolas, restos de cerámica ibérica o puntas de lanzas entre otros objetos, que están, temporalmente expuestos en el Museo Íbero de Jaén.

Parecer ser que, muchos años después, en el siglo XVII, tras la expulsión de los moriscos, el lugar fue uno de los objetivos de los buscadores de tesoros. Ya se sabe que las leyendas acerca de tesoros de tiempos de los moros han tenido un eco muy importante en numerosos lugares.

Las campañas de excavaciones del equipo de Fernando Quesada en el Cerro de la Merced nos han deparado novedades extraordinarias. Sus resultados han cambiado de forma radical las teorías que se habían barajado hasta la fecha acerca de la función de las construcciones encontradas en el yacimiento. Ha pasado de ser una atalaya de vigilancia desde la que se controlaba el paso de la campiña hacia las zonas montañosas de la Subbética a ser un complejo de un miembro perteneciente a la aristocracia íbera. La existencia de estos restos arqueológicos no solo permite un mejor conocimiento acerca de una época de la que no tenemos testimonios escritos –la escritura íbera sigue siendo un misterio-, al tiempo que plantea nuevos interrogantes

(Publicada en ABC Córdoba el 25 de enero de 2020 en esta dirección)

Imagen: Facebook Página Oficial del Cerro de la Merced: https://www.facebook.com/pg/cerrodelamerced.cabracordoba

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