Córdoba es Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Son pocas las que pueden ostentar tal título. Eso supone un añadido a los atractivos que disfrutan sus visitantes. Es un marchamo de calidad que señala la importancia de lo que puede ofrecer más allá del valor arquitectónico e histórico de su Mezquita-Catedral, una especie de buque insignia de la flota turística cordobesa. Córdoba cuenta con los Patios, Patrimonio de la Humanidad, la Semana Santa, la Sinagoga, la ciudad palatina de Medina Azahara, la iglesias fernandinas, el Alcázar de los Reyes Cristianos -en buena medida un genial invento de un alcalde que ahora algunos pretenden denostar borrando su nombre de una de las calles más emblemáticas de la ciudad-, numerosos museos o… su gastronomía. Ello ha hecho que, frente a la tradicional importancia del mundo agrario, el turismo se haya convertido en la fuente de riqueza más importante para la ciudad y, por añadidura, la actividad que genera más empleo en la ciudad.

Sin embargo, es poco el aprecio que se hace desde la Concejalía de Turismo. A los problemas que suponen la apertura de los museos municipales -no abren en muchas fechas de gran impacto turístico-, se suman los que genera el Centro de Visitantes, un verdadero desafuero al entorno arquitectónico donde se encuentra, que todavía no tiene definidas sus funciones ni los servicios que ha de prestar. ¿Homenajes a dictadores caribeños? ¿Lucro a iniciativas privadas? Por si todo ello no fuera suficiente, el titular de la delegación se descuelga con declaraciones, después de la Semana Santa, en las que señala el impacto negativo para el patrimonio y para el turismo que ha tenido el nuevo itinerario de las cofradías por el entorno de la Mezquita-Catedral y se niegan a participar en el futuro. Ante tales dislates hasta la alcaldesa, desaparecida en numerosas cuestiones de entidad para la ciudad, ha tenido que salir al paso y corregirle la plana. Todo, por sostener un planteamiento ideológico que no pudo con el peso de lógica en lo referente a la segunda puerta donde como delegado de Urbanismo tuvo que admitir, a regañadientes, su apertura.

Podía esforzarse si tanto le preocupa el turismo y el patrimonio en dar otro rumbo a la desacertada marcha del Plan Turístico, cuya iniciativa más emblemática es la restauración del Convento de Regina para convertirlo en… un contenedor cultural. La situación en que se encuentra el inmueble no augura que la obra pueda estar ejecutada en el plazo comprometido. Los retrasos, antes achacados a la gestión de la anterior corporación, cuando gobernaba el PP, son una nueva amenaza. La prórroga obtenida en los plazos de ejecución, está en entredicho. Su cumplimiento está siendo cuestionado desde instancias técnicas del Ayuntamiento, que consideras que resultará difícil llevarlo a cabo en los plazos establecidos, aun cuando se utilizara un procedimiento de urgencia para la adjudicación. Eso significa que está en el aire la financiación del Plan, que podría irse al traste en lo referente a la aportación de la Junta de Andalucía y eso supone el sesenta por ciento de la inversión. Es decir, perder tres de los cinco millones de euros de inversión.

La forma como se está gestionando el Plan Turístico es una tesela más del mosaico de despropósitos que acompañan a la política turística de un delegado poco eficiente, al que le sobra mucha carga ideológica y le cuesta tener presente que gobierna en una ciudad donde son muchos los que no piensan como él.

(Publicada en ABC Córdoba el 26 de abril de 2017 en esta dirección)

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