La expresión homérico, alude a uno de los grandes vates de la literatura universal. A Homero se atribuyen los dos grandes poemas épicos de la literatura griega: La Ilíada y La Odisea. La expresión viene a señalar de forma hiperbólica que algo es extraordinario. Alguna interpretación señala que es un grado más elevado que épico. En la película El hombre tranquilo, interpretada por John Wayne y Maureen O´Hara y que dirigió John Ford, aparece también en el reparto Barry Fitgerald —en la película Michaleen Flynn— que realiza una magistral interpretación en el papel de un casamentero aficionado a empinar el codo, en un pueblo, aferrado a sus costumbres y formas de vida, en la Irlanda rural.

En la película Sean Thornton (John Wayne), un boxeador retirado, contraerá matrimonio con Mary Kate Danaher (Maureen O´Hara) contra la voluntad del hermano de ella que le niega la dote y llegará a golpear a Thornton, sin que este responda a la agresión. Esa falta de respuesta es interpretada por Mary Kate como una cobardía intolerable y se siente ultrajada. Ello da lugar a que la noche de bodas sea muy distinta a lo que, en otro tiempo, se llamaba el inicio de la luna de miel. El enfrentamiento físico entre los flamantes cónyuges dejó destrozado el tálamo conyugal. Cuando, al día siguiente de la boda Michaleen contempla el estado en que había quedado el lecho y, sin saber lo que realmente ha ocurrido, piensa en una noche de amor épica y exclama:

¡Homérico!

Se dice que esa expresión no estaba en el guion de la película y que fue una improvisación suya mientras rodaban la escena, que fue aceptada por Ford.

Homérico, en el sentido de ir un paso más allá de la épica, fue lo que el Real Madrid —confieso mis simpatías por el Real Betis Balompié— hizo el miércoles en el Santiago Bernabéu. A dos minutos de que terminara el tiempo reglamentario, el equipo madridista estaba eliminado. Perdía por un gol frente al Bayern de Munich y en el partido de ida, jugado en la capital bávara, el resultado fue de empate a dos. En tres minutos el Real Madrid daba la vuelta al resultado, con el partido a punto de finalizar. Fueron dos goles que dejaban al equipo alemán en la cuneta y daban vía libre al Real Madrid para disputar, una vez más, la final de la Copa de Europa. El estruendo en el Santiago Bernabéu era inenarrable, resulta muy difícil poder recoger con palabras lo que se vivió en esos minutos. La afición madridista gritaba una y otra vez eso de: “Así, así gana el Madrid”.

Confieso que el deporte en general, sálvese quien pueda y el fútbol en particular viven, desde hace tiempo, en una espiral de corrupciones, sin razones y equívocos que dejan mucho que desear. Pese a ello sigue congregando multitudes que difícilmente se dan en otros eventos. Es uno de los rasgos que definen nuestra sociedad, que tiene mucho de decadente. Pero lo ocurrido el miércoles 8 de mayo en el estadio Santiago Bernabéu fue, como decía Flynn, homérico.

(Publicada en ABC Córdoba el viernes 10 de mayo de 2024 en esta dirección)

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