Pedro Sánchez es el presidente de un gobierno al que él y sus acólitos añaden el remoquete de progresista. Ese progresismo se ha manifestado de forma un tanto deslucida —no es la primera ocasión que esa tan cacareada progresía resulta deslucida—. Días atrás le espetaba a Feijóo que, si en lugar de estar en el PP hubiera estado en el PSOE, no habría pasado de ser concejal de pueblo. Era una forma de insultarlo, de decirle que es persona limitada que no da para ir más allá que ser concejal de pueblo.

En España hay un total de 8125 municipios. Casi cinco mil de ellos, exactamente 4995, tienen menos de mil habitantes. Sus ayuntamientos están servidos por docenas de miles de concejales que constituyen sus corporaciones locales. El número de concejales en cada lugar está en función del número de habitantes. Los lugares mas pequeños tienen cinco concejales, son los pueblos que tienen menos de doscientas cincuenta personas censadas. Entre esa cifra y los mil, los concejales son siete, que suben a nueve si el vecindario está entre los mil y los dos mil. Así se va ascendiendo hasta llegar a los consistorios de las localidades entre cincuenta mil y cien mil habitantes que están formados por veinticinco ediles. A partir de los cien mil la ley establece que se añada un concejal por cada cien mil habitantes o fracción y se adjudica uno más, caso de que la cifra resultante sea par. Es para evitar empates que, si por alguna circunstancia, se produjera en alguna votación, el voto del alcalde se considera de calidad para romper el empate. Buena parte de los concejales —principalmente en los municipios más pequeños— no tienen una remuneración por el ejercicio de sus funciones. Lo hacen por prestar un servicio a su comunidad que, en el caso de los menores de mil habitantes, está ligada a los problemas que trae el envejecimiento de la población o la falta servicios elementales de tipo sanitario o educativo e incluso de ocio. No son pocos los municipios que, en esas circunstancias, ofrecen condiciones muy especiales a matrimonios jóvenes que aporten algunos niños para que no cierre la escuela del pueblo o a quienes estén dispuestos a atender un establecimiento, por ejemplo un bar, que sirva de lugar de encuentro entre los vecinos.

Sánchez, presidente del gobierno del progreso ha menospreciado a todos esos concejales al considerar que es un cargo sin relevancia ni importancia. Con ello trataba de ofender el líder de la oposición y ha ofendido a miles de concejales. Hace muchos años, Fernando el Católico, que nunca fue generoso con quienes mejor le sirvieron, dispuso que Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, que había sido virrey de Nápoles —uno de los cargos de mayor relevancia del reino— marchase de alcaide a Loja, un pueblo asentado entre las fragosidades de las cordilleras Béticas, del entonces reino de Granada. El Gran Capitán obedeció y allí ocupó el cargo en dicho pueblo. No parece que tan progresista personaje como Sánchez esté dispuesto a asumir un puesto de concejal o alcalde de pueblo cuando deje de ser presidente de gobierno, a tenor del concepto que de tales cargos tiene.

(Publicada en ABC Córdoba el viernes 22 de marzo de 2024 en esta dirección)

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