Los destrozos causados por Rodríguez Zapatero en su paso por la presidencia del gobierno -destrozos no sólo económicos- fueron de tal calibre que en el PSOE optaron por esconderlo. Durante la campaña de las elecciones generales de 2011 en las que el PP ganaba por mayoría absoluta y Pérez Rubalcaba era el candidato socialista, los estrategas de Ferraz trataron por todos los medios de ocultarlo. Sabían que era un lastre después de haber cometido tanto desafuero. Su trayectoria como expresidente no ha mejorado su imagen, pese a ese buenismo del que hace gala y que en este tiempo tiene una más que notable legión de seguidores. Ha hecho declaraciones lamentables en boca de un expresidente y el papel que está desempañando al avalar a un sujeto como Maduro, que mete en la cárcel a los adversarios políticos y sume a su pueblo en la miseria, no ayuda a mejorar su deteriorada imagen.

Ahora, cuando la presidenta de la Junta de Andalucía, ha decidido dar el paso de presentarse a las primarias de su partido, a Rodríguez Zapatero le ha faltado tiempo para encomiar su candidatura frente a las de Patxi López y Pedro Sánchez. Susana Díaz, que apenas tiene fondo en el que ha de sustentarse un político que se plantea estar en la zona de la política donde se forjan los hombres y mujeres de Estado, sabe mucho de la lucha política, incluso la que se libra con las navajas en la mano y cuerpo a cuerpo. Debe saber que el expresidente de gobierno no es la mejor compañía para alcanzar su propósito. Muchos militantes socialistas, aunque no lo reconozcan en público -se rigen por el principio de sostenella y no enmendalla-, abominan de Rodríguez Zapatero y lo consideran el origen de la situación en que hoy se encuentra su partido.

Susana Díaz cuenta con gran parte del aparato del PSOE. La gestora pese a sus declaraciones de neutralidad, está a su favor. En ella están algunos de sus más destacados edecanes, como es el caso de Mario Jiménez, portavoz de dicha gestora. Pero hay amplios sectores de la militancia socialista que no ven en ella a la secretaria general. No levanta las pasiones que Pedro Sánchez parece estar despertando entre las bases del partido, aunque puede que haya mucho de galería.

La presidenta andaluza no debe perder de vista que lo que va a dilucidarse son unas primarias donde quienes tienen la voz son esas bases y, pese al apoyo de una buena parte de los llamados barones, no tiene el triunfo asegurado. Unas primarias son algo muy diferente a un congreso donde el poder del aparato de los partidos lamina cualquier intento de romper los moldes del oficialismo, que es el que está representado en los congresos. La corta historia del PSOE, en lo que ha primarias se refiere, arranca de 1997 -era una práctica socialista en la Segunda República- y ha deparado notables sorpresas. Sonado fue el triunfo de José Borrel frente a Joaquín Almunia, entonces secretario general del PSOE o el de Tomás González que desplazó a la exministra Trinidad Jiménez cuando compitieron por la candidatura a la presidencia de la comunidad de Madrid. Es cierto que otras veces han ganado los oficialistas, pero hay notables ejemplos de lo contrario.

Contar con la compañía de Rodríguez Zapatero no es lo mejor para Susana Díaz. En muchas ocasiones, esta es una de ellas, resulta mucho mejor ir sólo que mal acompañado.

(Publicada en ABC Córdoba el 29 de marzo de 2017 en esta dirección)

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