La envergadura de la crisis es tal y, desde luego, no me refiero a las dificultades extremas por las que atraviesan España y los españoles sino toda la vieja Europa -no hay recursos para pagar los Erasmus- que se ponen en solfa todos los elementos del sistema, incluido el político. Hace casi medio siglo que Fernando González de la Mora publicó «El crepúsculo de las ideologías» más bien como un alegato con el que sostener la llamada democracia orgánica del franquismo, pero con algunas afirmaciones que cuadran -si se quiere por casualidad o por chiripa- en lo que se vislumbra que puede devenir en nuestro tiempo si no se pone freno a las efervescencias emocionales que brotan casi espontáneamente, alentadas por el malestar en que se encuentra sumida nuestra sociedad, una y otra vez. Los ataques a los políticos, en la mayoría de las ocasiones sin molestarse en hacer distingos, ha llevado a considerar la política -entiéndase la democracia sin calificativos añadidos- como uno de los mayores problemas de la sociedad española. Se compara a la política con un cáncer -así reza en las pancartas que los participantes en movimientos a los que se pone una cifra y una letra -15J o 25S-, se la considera la combinación de todas las maldades sin mezcla de bien alguno. ¿Es el crepúsculo de la política?

Si cae la noche definitivamente y la política finiquita, ¿qué viene tras la política?

Es una reflexión tan necesaria que me parece imprescindible. Los hispanos, ya lo dijo Jorge Manrique, en las «Coplas por la muerte de su padre», cualquier tiempo pasado nos parece mejor. Ahora añoramos el tiempo de la Transición y nos parece el paraíso perdido. Dedicamos toda clase de elogios, tanto a la época como a sus protagonistas. En el imaginario colectivo de los españoles de hoy aquel es un tiempo modélico. En el que dominaba consenso, el diálogo, el acuerdo y buen hacer y en mi opinión lo fue, aunque algunos lo cuestionen. Invito a acudir a las hemerotecas -hoy internet nos las lleva a nuestra casa a su simple golpe de tecla y resulta cómodo, fácil y asequible para quienes dominan ese territorio- y a leer lo que se decía en la prensa de aquellos años.

A la zafiedad que han metido en nuestros hogares ciertos programas de televisión, se suma la idea crepuscular de la política y de la sociedad por la que nos hemos regido, incluidos los años del jolgorio. Sería conveniente hacer alguna reflexión acerca de que tras el crepúsculo llega la oscuridad y entre todos estamos atizando un tiempo crepuscular.

(Publicada en ABC Córdoba el 20 de octubre de 2012 en esta dirección)

 

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