Medina Azahara, una de las pocas ciudades palatinas que hoy existen en el mundo, acaba de convertirse en Patrimonio de la Humanidad. Una distinción que conlleva una serie de importantes obligaciones, como son las inversiones que requiere y, desde hace mucho tiempo -demasiado- viene demandando. Se trata de la joya de la arquitectura civil de los Omeyas de Al-Ándalus. Construida por Abd-al-Rahmán III, una vez que se había proclamado califa, para establecerse a cierta distancia de las arriscada población que llenaba las populosas calles de la Córdoba del siglo X, cuando era la urbe más extensa del occidente europeo. Era una ciudad construida, más allá de hermosas y románticas leyendas de amor, para salvaguardar el carácter sagrado que significaba ser califa y, en consecuencia, el faro de los creyentes. Su nombre era el que se invocaba los viernes en las mezquitas andalusíes. Era conveniente para la imagen del califa poner alguna tierra de por medio. Separar a quien ejercía el poder de sus súbditos. La distancia adecuada eraestar cerca de la capitalpara así poder controlarla en caso de problemas, pero lo suficientemente alejada para no mezclarse con una plebe que había dado sobradas muestras de no tener respeto por quienes encarnaban las instituciones.

Iniciada su construcción en el 936, diez años después las obras estaban lo suficientemente avanzadas como para que la corte califal se trasladara a ella. Su vida fue, sin embargo muy efímera. Tan efímera como el califato de Córdoba. Pasados tres cuartos de siglo de haberse iniciado su construcción la enfurecida plebe cordobesa la destruyó en el marco de la llamada fitna, nombre con que se conoce la descomposición del califato. Algunos años después, lo poco que había quedado en pie fue arrasado por el fanatismo rigorista de la primera de las conocidas como invasiones norteafricanas, la de los almorávides. Luego vino la desaparición y hasta el olvido histórico de su existencia.

Esta declaración de la Unesco ha tenido que vencer más obstáculos de los que a primera vista puede parecer. El comité español de Icomos (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios Histórico-Artísticos), organización vinculada a la Unesco, no estaba por la labor a cuenta de la existencia de las parcelaciones que han proliferado en su entorno. Una vez otorgada, Córdoba tiene cuatro títulos de Patrimonio de la Humanidad: el Casco Histórico, la Mezquita-Catedral, los Patios y ahora Medina Azahara. Eso es algo que la convierte en la única ciudad española con tal número de reconocimientos y supone un valor extraordinario para la ciudad. Que Medina Azahara sea patrimonio de la humanidad supone una tesela más en el enorme atractivo histórico que Córdoba puede ofrecer a quienes la visitan. Un atractivo que, convenientemente utilizado, ha de servir como tarjeta de presentación de la ciudad en cualquier foro. El pasado de Córdoba es envidiable y ha de ser la palanca que la convierta en un centro de atracción turística mundial.

(Publicada en ABC Córdoba el 18 de julio de 218 en esta dirección)

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